En mi primera publicación sobre los principios fundamentales de la terapia provocativa hemos visto como desafía un psicólogo provocativo a sus pacientes confirmando de manera provocativa las definiciones negativas que tienen los pacientes de sí mismos. Un paciente suele reaccionar en la mayoría de los casos con una protesta (pequeña). La expectativa del paciente es que el psicólogo, como todo el mundo al alrededor del paciente, intente quitar de la cabeza las imágenes negativas. ¡Pero el psicólogo provocativo hace justo lo contrario! Así el paciente es estimulado para ajustar las ideas negativas sobre sí mismo desde el comienzo de la terapia. Esto es lo que quería decir Frank Farrelly con su primer principio.
En esta publicación hablamos sobre el segundo principio de Frank Farrelly:
“Si el paciente es estimulado provocativamente por el psicólogo (con buena comunicación, con humor y conectado a las vivencias del paciente) para continuar con su comportamiento contra productivo y apartado de la norma social, el paciente tendrá la tendencia de adoptar el comportamiento más beneficioso para sí mismo y para los otros, lo que esta más cerca de la norma social.” (Farrelly & Brandsma, 1974, p. 52)
¡Vaya parrafada! ¿Que quiere decir Farrelly con este segundo principio? Aparte de que el paciente que busca un psicólogo tenga una auto-imagen (parcial) negativa, el motivo concreto para buscar ayuda es que el paciente a causa de esta auto-imagen hace algo (ó deja de hacerlo) que le provoca malestar.Por ejemplo: una mujer de 35 años –la llamaremos Belén- tiene trabajo bien pagado, 2 hijos y un marido. No está mostrando su inseguridad en sí misma a nadie, aunque ya lleva años sintiendola. De vez en cuando tiene un mal día y su marido y sus hijos, incluso un compañero de trabajo muy observador, pueden observar que Belén está de mala leche. Y eso fue suficiente para ‘mostrar sus inseguridades’. Y llega un día en el que sus hijos llevan unas semanas rebeldes, su marido ha estado muy ocupado con su propio trabajo y sus actividades deportivas y además no ha conseguido un ascenso muy deseado que le han dado a una compañera que no se lo merecía. ¡Este día estalla la bomba! Belén no puede aguantar más encargarse de los hijos, estar simpática con su marido ó ir al trabajo. Su marido le pregunta ‘¿Qué te pasa tan ahora?’. Nadie lo esperaba. Mientras, todos los días, incluso las semanas pasan sin pena ni gloria, así que Belén se da de baja por enfermedad en su trabajo. Su jefe le pide una reunión, la apoya, pero quiere ver un cambio también. Su marido empieza a quejarse del ambiente amargo en casa. Y los hijos…. Tienen libertad de acción, porque mamá no tiene energía para cuidarles. En la mayoría de las veces este es el momento en que alguien como Belén busca ayuda. Y que no puede esconder su malestar por más tiempo.
Belén se apunta para una primera sesión con un psicólogo provocativo. Él no sólo confirmará la auto-imagen negativa de Belén (principio 1), también usará el principio 2. El psicólogo provocativo lo hará aplicando la línea de conducta de oro de Frank Farrelly: sí un paciente dice que le provoca malestar un pensamiento, una sensación o su propia conducta, siempre tienes que recomendar al paciente: “¡Piensa más, siente más y hazlo más!” Un psicólogo provocativo no desaconseja el comportamiento que provoca el malestar del paciente. Todo lo contrario ¡Lo aconseja! ¿Como crees que será el caso de Belén? De las cosas posibles que le provocan el malestar, podría mencionar:
- No tengo fuerza para levantarme del sofá. Realmente pienso que ya me esfuerzo bastante levantándome por la mañana, dando de comer a los peques y después tumbándome en el sofá porque estoy hecha polvo.
- No más respondo mis mensajes a mis mensajes de voz. No leo más mis correos. Temo que mi jefe quiera que vuelva a mi trabajo pronto. O incluso peor, que me despidan si sigo enferma.
Supongamos que reaccionamos como psicólogos tradicionales. Entonces hablaríamos sobre la importancia de un ritmo diario normal. Mencionaríamos que mantener una vida activa es importante para romper el círculo negativo. Pero en el fondo todo el mundo puede inventar que un ritmo diario normal y mantenerse activo ayuda. También Belén lo ha pensado a menudo. Sin embargo, ella no logra hacer estas cosas. Un psicólogo provocativo se aproxima a este asunto de forma diferente. Cuando un psicólogo provocativo no desaconseja ‘la conducta disfuncional’ al paciente, o incluso peor cuando le recomienda tener más esta conducta, el paciente suele reaccionar con incredulidad, empieza a protestar contra el consejo extraño del psicólogo y empieza a hablar de las desventajas de la conducta actual que es disfuncional y las ventajas de la conducta deseada. Por ejemplo:
Belén: Me encuentro tan mal que no me he levantado en dos semanas de la cama o el sofá. ¡Hay días en que ni siquiera me ducho o me visto!
El psicólogo provocativo: Y probablemente cada mañana el pensamiento de levantarte de la cama te agota.
Belén: Sí, efectivamente. ¿No puedo continuar así Fede?
El psicólogo provocativo: ¡No estoy de acuerdo contigo! Los últimos años te han agotado tanto por las exigencias de tus hijos, de tu marido, de tu trabajo, ¡se acabó! A partir de ahora solo quedate en la cama, no te levantes para hacer los bocadillos a tus peques, ni siquiera te levantes para ducharte o ir al baño. ¡Basta ya!
Belén: Pues, eso me parece un poquito exagerado…
El psicólogo provocativo: ¡Que va! ¡No es para nada ‘exagerado’! Tu cuerpo te dice ya hace mucho tiempo que no puedes aguantar más. Pero una voz en tu cabeza te hizo continuar y continuar y continuar. Ahora tu cuerpo ha tomado el mando, casi no puedes dar un paso después de otro. (El psicólogo –fingiendo- se levanta a duras penas y cojea dramáticamente débil por la consulta). ¡Escucha tu cuerpo, túmbate y no te levantes más! Pues, como mucho arrastrándote para ir al orinal al lado de tu cama. Pero, ¡asegúrate de que sea un orinal con gran capacidad! No querrás que a mitad del día, mientras tus hijos y tu marido no están en casa, tengas que vaciar el orinal en el váter. El orinal debe tener suficiente capacidad para que puedas evacuar tu vejiga sin problemas un par de veces cada día…
Belén (con mucho asco por la imagen del orinal a rebosar): ¡Pero no puede ser! Tengo que mejorar ¿no? Mis hijos me necesitan y no quiero perder mi trabajo. (Belén empieza a oponerse a su propia conducta) El psicólogo provocativo: Pffff, me temo que el mundo tenga que despedirse de una vida en la que Belén se preocupe por todos. Tal vez, tengamos que declarar un luto generalizado como cuando murió la madre Teresa de Calcuta. ¡La gran Belén, el pilar fundamental sin el que todo se derrumba, ya no existe! La gente podría usar tu orinal como una reliquia. Belén: ¡Ya está, dejalo! Ahora estás exagerando un demasiado. Vale, me doy cuenta de que tengo que cuidar mejor de mí misma. ¡Especialmente de mí misma! No de los demás. ¡No tiene sentido que deje de preocuparme por la gente! Solamente tengo que hacer las cosas un poco más tranquila. ¡Y desde luego nunca me sentaré en un orinal!
Este es un ejemplo de como el principio 2 de Farrelly puede llevar al paciente a llegar a propias afirmaciones que tienen más impacto que los ‘consejos sabios’ de un psicólogo. Estas afirmaciones tienen más impacto porque provienen de una protesta claramente notable desde el mismo paciente. En la próxima publicación escribiré sobre la idea como ha defendido el terapeuta familiar italiano Maurizio Andolfi: si quieres llegar a un cambio verdadero con un paciente tienes que aumentar la crisis emocional primero. La protesta de Belén en el ejemplo también proviene del hecho de que el psicólogo provocativo no intenta disminuir su crisis emocional, sino avivarla.
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